Coincidiendo con la celebración del 50 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, esta investigación pretende acercarse a este acontecimiento e indagar en él para deducir lo que la Iglesia dice sobre la educación. Con tal fin, se realiza un análisis de contenido de los documentos conciliares aprobados en las Asambleas generales. En el desarrollo de la metodología de análisis de contenido se ha partido de la Declaración conciliar que explícitamente se refiere a la importancia de la Educación (Gravissimum Educationis) y, a partir de ahí, se ha comprobado si esa concepción educativa permanece en el resto de documentos conciliares. La investigación concluye confirmando que hay un determinado planteamiento educativo que se deduce del análisis de los Documentos del Concilio, resaltándose la importancia de la persona como el sustento y justificación de la tarea educativa de la Iglesia.
https://rieoei.org/7676.pdf
Recogiendo toda la información analizada, se pueden subrayar
cuatro ideas básicas como pilares de la educación en los documentos conciliares.
En primer lugar, el valor de la persona, que es el centro y protagonista de su
propia educación. Este valor está sustentado, dentro de la Iglesia, en el hecho
de ser criatura de Dios y haber sido elegida para continuar su tarea creadora
en el mundo; pero también en la sociedad, por ser el centro de la misma y
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En este sentido es interesante recoger la afirmación de Colás y Contreras: “La participación
de los padres en los centros educativos es uno de los indicadores clave de la Calidad de los
Sistemas Educativos. De ahí que la colaboración de las familias con éstos en la formación de
sus hijos sea una temática que ocupe la atención en los planos político-legislativo y científico
(2013:486).
La educación en el Concilio Vaticano II
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Revista Iberoamericana de Educación, vol. 72, núm. 1, pp. 89-110 (2016)
ser reconocida así en todas las legislaciones mundiales. En segundo lugar, la
importancia de que en la educación se trabaje para el desarrollo integral de la
persona. El desarrollo integral, de cuerpo, alma y mente, permite que el hombre
complete la vocación a la que Dios le ha llamado y además comprenda y complete
el sentido de la naturaleza humana y de su proyecto vital para alcanzar la
felicidad. En tercer lugar, la necesidad de orientar la educación hacia la mejora
social, ya que el ser humano forma parte ineludiblemente de un grupo, que le
alimenta, sostiene y educa. Por medio de la educación esa persona contribuye
a que otras personas crezcan y a que se avance en la construcción de un mundo
mejor para todos. Esta exigencia hace que la educación que se imparte en
los centros educativos deba estar conectada, relacionada y empapada de la
realidad social de la que no puede ser ajena. En cuarto lugar, la importancia y
el protagonismo de la Iglesia en la educación responde al mandato explícito
de su fundador y a su necesaria preocupación por las personas y sociedades.
Más allá del hecho de proponer y promover por parte de la Iglesia una educación
también religiosa y orientada a los bautizados, trabaja por la educación
integral de todas las personas con todos sus individuos, recursos, plataformas
y experiencias. Y, según los documentos conciliares, la Iglesia no debe olvidar
que la primera escuela de educadores es la familia con la que siempre debe
colaborar para el bien de las personas