Diaconía 2019, 1. Kerygma 1

¿CRISTIANOS SIN CRISTO?

El Papa Francisco en una homilía ha hablado de “cristianos sin Jesús, sin Cristo”

  1. Ha identificado estos cristianos en aquellos “que tienen la enfermedad de los fariseos, pues ponen su fe en muchos mandamientos”, es decir aquellos que confían en el esfuerzo moral humano solitario sin necesidad de que sus “méritos” sean los méritos de Cristo, es decir, los frutos generados por Cristo en la vida de ellos a través de la communio cristiana en que Cristo actúa.
  • La segunda categoría de “cristianos sin Cristo” son “aquellos que buscan solo devociones (…) pero Jesús no está”: son los cristianos espiritualistas que confían en las devociones como “toma de conciencia” de lo divino que estaría supuestamente en su interior o que toman a Cristo sólo como pretexto para sus meditaciones trascendentales que pretenden “ir más allá́” (2 Jn 9) de la carne-sarx-“pensamiento de Cristo” (1 Co 2,16).

El Papa ha, por tanto, indicado una regla (norma=término de comparación) para ser cristianos con Cristo: “considerar valido sólo lo que viene de Cristo, si hago lo que viene de Él y me lleva a Él”. El cristiano posee sólo lo que es de Cristo, de su herencia de la cual nos hace coherederos. En cuanto el cristiano es in Filio fit filius “engendrado como hijo en el Hijo” (Lumen fidei, n. 19), en cuanto hijo adoptivo (san Pablo), es heredero. Lo que el cristiano tiene viene de Cristo al que el Padre “ha puesto todo en sus manos” (Jn 3,35).

Vienen a la mente, a este propósito, las conmovedoras palabras del cristiano ortodoxo Vladimir Soloviev contenidas en su Diálogo del Anticristo: “[el Emperador], cristianos abandonados por la mayoría de vuestros hermanos y jefes y condenados por el sentimiento popular; ¿qué cosa es para vosotros lo más valioso en el cristianismo?». Decídmelo vosotros mismos

Ante esto el Anciano Juan se levantó como una blanca llama y respondió pausadamente: «¡Gran Emperador! Para nosotros lo más precioso en el cristianismo es Cristo mismo, en quien reside la plenitud de la divinidad y todo lo que proviene de Él”.

CARTA ENCÍCLICA DEUS CARITAS EST DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI

INTRODUCCIÓN

1. «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece, por así decir, una formulación sintética de la existencia cristiana: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él ».

Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva. En su Evangelio, Juan había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: « Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todos los que creen en él tengan vida eterna » (cf. 3, 16).

«Al encontrar a Cristo me descubrí hombre»

(Victorino, rétor romano del s. IV)

El hombre es un conjunto de exigencias

La exigencia de verdad reclama descubrir el significado último de las cosas, su sentido final. Un aspecto del cumplimiento del significado es la exigencia de justicia. Sin embargo, la felicidad es la exigencia que lo resume todo. A su vez el síntoma más profundo del deseo de felicidad es la exigencia de amar y ser amado.

(Mientras que las exigencias biológicas, al ser correspondidas, se apaciguan, estas cuatro exigencias cuanto más uno las tiene más las desea. Son el índice de la apertura del hombre al infinito.)

            El que nos trajo con claridad todo esto, Aquel que reveló claramente el hombre a sí mismo es Cristo (Cf.,R.Ho) «¿De qué le sirve al hombre ganar al mundo entero, si se pierde a sí mismo?» (Mc 8,36).

            Este es Cristo y por eso creó un impacto que no desaparece más de la historia. Su amor que lo hizo morir por nosotros, lo hizo presente para siempre entre nosotros.

            El está presente en la comunidad eclesial. Está presente en la unidad de la Iglesia y la prueba de esto es que aquel que vive la fe en la Iglesia cambia, experimenta un cambio en sí mismo y con los demás.

La finalidad del cristianismo en el mundo

De Ch L nº 3: «La voz del Señor resuena ciertamente en los más íntimo del ser mismo de cada cristiano que, mediante la fe y los sacramentos de la iniciación cristiana, ha sido configurado con Cristo, ha sido injertado como miembro vivo en la Iglesia y es sujeto activo de su misión de salvación. El Concilio lo recuerda: «El Pueblo de Dios, movido por la fe que le impulsa a creer que quien le conduce es el Espíritu del Señor que llena el universo, procura discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o del designio de Dios. En efecto, la fe todo lo ilumina con nueva luz, y manifesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas»(LG 11).

En primer lugar, la  fe revela algo nuevo sobre la vida, sobre el hombre. Quien vive el cristianismo como el encuentro con Cristo presente aquí y ahora comprende que ya no se ve más como antes.

En segundo lugar, ¿qué es lo que ilumina la fe? la fe esclarece al hombre en la totalidad de sus exigencias, en todos los aspectos de su naturaleza abierta hacia el infinito. Sin fe se olvida o se reniega algo de lo humano.

Por último, siendo luz nueva que revela todos los aspectos de lo humano, impulsa al hombre a afrontar todos sus problemas de modo más inteligente. Dijo el Papa en Estrasburgo: «Es en la fe que la razón alcanza la plenitud, el hombre afronta sus problemas de modo más razonable».

Que la fe es una abrazo a todo lo humano lo leemos en Ch. L. nº 59:

«En efecto, todos los distintos campos de la vida laical entran en el designio de Dios, que los quiere como el «lugar histórico» del revelarse y realizarse de la caridad de Jesucristo para gloria del Padre y servicio de los hermanos. El Concilio ha invitado a todos los fieles lacios a esta unidad de vida, denunciando con fuerza la gravedad de la fractura entre fe y vida, entre Evangelio y Cultura: «la separación entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los más graves errores de nuestra época» (GS 43). Por eso he afirmado que una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida»

La responsabilidad del bautizado

En ChL. nº 14 :»He aquí un nuevo aspecto de la gracia y de la dignidad bautismal: los fieles laicos participan, según el modo que les es propio, en el triple oficio de Jesucristo.

Oficio profético: son igualmente llamados a hacer que resplandezca la novedad y la fuerza del Evangelio en su vida cotidiana, familiar y social, con paciencia y valentía en medio de las contradicciones de la época presente.

Oficio real: por su pertenencia a Cristo, Señor y Rey del universo, son llamados por El para servir al Reino de Dios y difundirlo en la historia. Viven la realeza cristiana, antes que nada, mediante la lucha espiritual para vencer en sí mismo el reino del pecado; y después en la propia entrega para servir, en la justicia y en la caridad, al mismo Jesús presente en  todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños.

Oficio sacerdotal: el corazón de la dignidad cristiana. Incorporados a Jesucristo, sacerdote que se  ofreció a sí mismo en la Cruz, los bautizados están unidos a El y a su sacrificio en el ofrecimiento de sí mismos y de todas sus actividades (Rom 12,1-2)

            En última instancia, el concepto de sacerdote indica al hombre que mira y que descubre la realidad como signo del Misterio de Dios y que, por lo tanto, mira y usa las cosas en función de Otro. Cada hombre es llamado a esto, más aún, es hombre si es sacerdote..

El Rol del Bautizado en la Iglesia y en el mundo

            «La misión salvífica de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo no sólo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también por todos los laicos…. Los Padres sinodales han insistido en la necesidad de que se expresen con claridad tanto de la unidad de la misión de la Iglesia en la que participan los bautizados, como la sustancial diversidad del ministerio de los Pastores» (Ch. L: nº 23)

La Ch L. reconoce los varios ámbitos en que se desarrolla la edificación de la Iglesia para la misión: la parroquia, las asociaciones y los movimientos, todos los mueve el mismo Espíritu Santo (nº 24 a 29)

El hombre anhela la redención

1. «dijo la mujer. Señor, dame de esa agua para que no sienta más sed» (Jn 4,15). La petición de la samaritana a Jesús manifiesta, en su significado más profundo, la necesidad in-saciable y el deseo inagotable del hombre. Efectivamente, cada uno de los hombres digno de este nombre se da cuenta inevitablemente de una incapacidad congénita para responder al deseo de verdad, de bien y de belleza que brota de lo profundo de su ser. A medida que avanza en la vida, se descubre, exactamente igual que la samaritana, incapaz de satisfacer la sed de plenitud que lleva dentro de si.

Las reflexiones sobre cómo el hombre anhela la redención. El hombre tiene necesidad de Otro, vive, lo sepa o no, en espera de Otro, que redima su innata incapacidad de saciar las esperas y esperanzas.

Pero, ¿cómo podrá encontrarse con El? Para este encuentro resolutivo es condición indispensable que el hombre tome conciencia de la sed existencial que lo aflige y de impotencia radical para apagar su ardor. El camino para llegar a esta toma de conciencia es, para el hombre de hoy como para el de todos los tiempos, la reflexión sobre la propia experiencia. Ya lo había intuido la sabiduría antigua. ¿Quién no recuerda la inscripción que destacaba bien a la vista en el templo de Apolo en Delfos? Decía: «Hombre, conócete a ti mismo». Este imperativo expresado de modos y formas diversas incluso en las más antiguas áreas de la civilización, ha atravesado la historia y se lo vuelve a proponer con idéntica urgencia también el hombre contemporáneo.

El Evangelio de Juan en algunos episodios relevantes demuestra muy bien cómo Jesús mismo, al manifestarse como Enviado del Padre, hizo hincapié en esta capacidad que el hombre posee para captar su misterio reflexionando sobre la propia experiencia. Baste pensar en el citado encuentro con la samaritana, o también en los encuentros con Nicodemo, la adúltera o el ciego de nacimiento.

2. Pero, ¿cómo definir esta experiencia humana profunda que indica al hombre  el camino de la auténtica comprensión de sí mismo? Es el cotejo continuo entre el yo y su destino. La verdadera experiencia humana tiene lugar solamente en la apertura genuina a la realidad que permite a la persona, entendida como ser singular y consciente, pleno de potencialidades y necesidades, capaz de aspiraciones y deseos, conocerse en la verdad de su ser.

            ¿Y cuáles son las características de tal experiencia, gracias a la cual el hombre puede afrontar con decisión y seriedad la tarea del «conócete a ti mismo», sin perderse a lo largo del camino de esa búsqueda? Dos son las condiciones fundamentales que debe respetar.

            Ante todo, deberá captar apasionadamente el complejo de exigencias, necesidades y deseos que caracterizan su yo. En segundo lugar, debe abrirse a un encuentro objetivo con toda la realidad.

            S. Pablo no cesa de evocar en los cristianos estas características fundamentales de toda experiencia humana cuando subraya: «todo es de Uds; Uds. de Cristo y Cristo de Dios» (1 Cor 3,22-23), o cuando invita a los cristianos de Tesalónica a «probarlo todo y quedarse con lo bueno» (1 Tes. 5,21). En este continuo cotejo con la realidad en la búsqueda de lo que corresponde, o no, al propio destino, el hombre tiene la experiencia elemental de la verdad, aquella que los escolásticos y  S. Tomás han definido de modo admirable como «adecuación del entendimiento a la realidad» (De Veritate q. 1, a.1, corpus).

3. Si, para que la experiencia sea verdadera, debe ser integral y abrir el hombre a la totalidad, se comprende bien dónde está para el hombre el riesgo del error: deberá guardarse de toda parcialidad. Tendrá que vencer la tentación de reducir la experiencia, por ejemplo, a meras cuestiones sociológicas o a elementos exclusivamente psicológicos. Así como habrá de temer el tomar por experiencia es quemas y «prejuicios» que le propone el ambiente donde normalmente vive y actúa: prejuicios tanto más frecuentes y peligrosos hoy porque van encubiertos por el mito de la ciencia o por la presunta plenitud de la ideología.

¡Qué difícil resulta para el hombre en el mundo de hoy arribar a la playa segura de la experiencia genuina de si, en la que puede entrever el verdadero sentido de su destino!

Está continuamente insidiado por el riesgo de ceder a los errores de perspectiva que, haciéndole olvidar su naturaleza de «ser» hecho a imagen de Dios, le deja en la más desoladora de las desesperaciones o, lo que es peor, en el cinismo más inexpugnable.

            A la luz de estas reflexiones, qué liberadora aparece la frase que pronunció la samaritana…. Realmente vale para todo hombre, más aún, mirándolo bien, es una profunda descripción de su misma naturaleza.

En efecto, el hombre que afronta seriamente sus problemas y observa con ojos limpios su experiencia según los criterios que hemos expuesto, se descubre más o menos conscientemente como un ser a la vez lleno de necesidades, para las que no sabe encontrar respuestas, y traspasado por un deseo, por una sed de realización de sí mismo, que no es capaz él solo de satisfacer.

El hombre se descubre así colocado por su misma naturaleza en actitud de espera de Otro que complete su deficiencia. En todo momento impregna su existencia una inquietud, como sugiere Agustín al comienzo de sus Confesiones: «Nos has hecho Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» (Confesiones I,1) ¡El hombre, al tomar en serio su humanidad, se da cuenta de estar en una situación de impotencia estructural!.

Cristo es quien lo salva. Sólo El puede sacarlo de esta situación en que se encuentra, colmando la sed existencial que le atormenta.

(Catequesis del Papa en la audiencia general del miércoles 12-8-86; Ob.Rom) cfr. GS nº 19-22

VIVIR LA FE EN UN MUNDO EN CRISIS

            Necesitamos hacer una reflexión sobre la fe realista, no desencarnada, teórica y teorizante; sino comprendiendo a la vida cristiana como un hecho en el mundo, en un mundo en crisis: algunos aspectos de la crisis:

* hambre, desnudez, falta de vivienda, pobreza creciente. Armamentos. Economía. Demografía.

* Enfermedad (cólera, sida, etc) aún con el progreso de las ciencias médicas y biológicas. Genética.

* Biosfera. Grandes urbes: trastornos físicos, psíquicos y morales. Asentamiento. Contaminación. Explotación.                    Guerrillas. Conflictos entre los hombres.

* Familia: desintegración. Crisis.

* Conflictos de la sociedad civil. Injusticias. Brecha entre ricos y pobres. Conflictos entre hombres y entre naciones.          Injusticia institucionalizada. Corrupción del poder.

* Falta de diálogo. Violencia. Patotas, etc.

* Con Dios: la vivencia de la fe en los nuevos condicionamientos culturales. secularismo. Hombre: ser a la interperie, huérfano. Mal metafísico.

* Axiológica. Nueva síntesis de sentido de la vida y de valores.

* Desarrollo-progreso de la ciencia y la tecnología. Instrumentos perfectos, objetivos confusos, el signos de nuestro tiempo. No a la sabiduría.

+ Estamos ante una crisis de la cultura, de la civilización ……. el llamado del Papa es a Evangelizar la cultura.

+ Recordemos el lema de Santo Domingo: «Nueva Evangelización, promoción humana, cultura cristiana» …. Jesucrito, ayer, hoy y siempre (Heb 13,8)

+ El camino de la Iglesia es Cristo, pero como Cristo está en todo hombre , el camino obligado de la Iglesia es el              hombre. Juan Pablo II.

Rasgos de la modernidad

  1. Un proceso de racionalización en el que se va configurando un tipo de hombre orientado al dominio del mundo, con un estilo de pensamiento formal, una mentalidad funcional, un comportamiento austero y disciplinado y unas motivaciones morales autónomas, junto con un modo de organizar la sociedad alrededor de la institución económica y la burocracia estatal.
  • Un centro productor de relaciones sociales: la economía. La religión, que tradicionalmente había ocupado este lugar, es desplazada hacia la periferia y se recluye, cada vez más, en la esfera privada.
  • Una visión del mundo (cosmovisión descentrada, desacralizada y pluralista. Ya no hay un centro, una ideología única. Aparece el relativismo y se comienza a cuestionar la posibilidad de un fundamento, una verdad. Estamos en la sociedad del politeísmo de valores dioses y demonios)
  • Una razón que muestra varias dimensiones o esferas (ciencia, moral, arte) que tienen su propia autonomía. Cada vez aparece más difícil la posibilidad de una unificación e incluso de una interacción mutua.
  • Una de estas dimensiones de la razón, la científica-técnica adquiere una preeminencia social que tiende a oscurecer la validez de las demás dimensiones de la razón. La razón tiende de a confundirse con la racionalidad científico-técnica.
  • Una estructura social configurada por dos instituciones o sistemas predominantes: la tecno-económica y la burocrático-administrativa. Constituyen la manifestación objetiva de la racionalidad funcional (tecno-burocrática), que tiende a colonizar todos los ámbitos sociales y humanos.
  • Un tipo de hombre celoso de su autonomía individual, pero con ambivalentes manifestaciones de hiper-individualismo narcisista.

“La muerte de Dios”  va a mostrar todas sus consecuencias sacudiendo, hasta resquebrajarlo, el edificio racional moderno.

Rasgos del proyecto postmoderno:

  1. Resistencia radical al denominado proyecto de la modernidad, basado en el progreso, el desarrollo, la emancipación y la libertad. A juicio de los postmodernos, este proyecto se ha desligitimado en la realización histórica mediante la producción de sus contrarios.
  • Ofrece una utopía que consistirá en una estetización general de la vida, donde adquieren unidad un pensamiento fruitivo e inaugural con una ética postmetafísica sin fundamento, una micro-política de la deliberación republicana y un individualismo débil a la búsqueda de sí.
  • Suscita entre los teóricos críticos, defensores del proyecto no realizado de la modernidad, la sospecha de si tal utopía no es el correlato social de una sociedad y un hombre entregados a la lógica del sistema tecno-burocrático dominante.
  • Señala que nos hallamos ante dos modos contrapuestos de entender el proyecto de la modernidad y aun el proyecto humano. La dialéctica modernidad-postmodernidad expresa un debate sobre la sociedad actual, donde una persuasión va tomando cada vez más cuerpo: la necesidad de reformular las propuestas de la razón ilustrada con sus consecuencias socio-políticas, estéticas y morales.

Quizás lo más valioso que aporta la postmodernidad sea su sensibilidad disgustada y crítica ante las propuestas modernas no realizadas, generadoras de realidades opuestas, y el deseo de ir más allá de la situación actual. Las cuestiones que plantea amenazan con arrojar el grano con la paja, pero tienen lavirtud de hurgar en als debilidades de la época

Sus sugerencias:

  1. Rechazo de todo tratamiento objetivistas, de presencia, del Absoluto, bajo cualquier de las formas del pensamiento o sensibilidad
  2. Actitud mística silente, abierta a su presentación negativa, desvaneciente en las cosas. Una valoración del presente, como lugar de la manifestación del Absoluto, que se niega, sin embargo a cosificarla en ningún momento.
  3. Oposición frontal a cualquier reconciliación apresurada de la realidad actual en nombre del Absoluto. Rechazo de cualquier legitimación de lo dado en nombre de Dios.
  4. Depuraci9ón drástica de los ídolos de Dios a través del nihilismo positivo.
  5. Una atención cuidadosa a las legitimaciones cosmovisionales o de proyectos de hombre y sociedad por la vía del relato de salvación cristiana; en concreto, la legitimación del proyecto de la modernidad.
  6. Un impulso hacia una estética de la religión de lo sublime, cultivadora del silencio frente al absoluto y contemplativa de su presencia ausente en el ahora de cada acontecer.

Dios no es el contricante del hombre, sino el imposible Absoluto que se nos desvanece en la experiencia radical de la relatividad de todo.

Síntomas de la religiosidad

  • Declive de las creencias religiosas tradicionales y una preocupación creciente por el significado y el propósito de la vida
  • Una religiosidad que pone el énfasis en el individuo. La persona concreta, con sus gustos y su capacidad de elección, sería la que elige y determina el tipo de religiosidad.
  • Una religiosidad que pasa por la experiencia afectiva. Vale lo que se experimenta; lo sagrado, lo religioso, se valida si pasa el “test” de la experiencia personal, afectiva, emocional. Dará lugar a grupos y comunidades emocionales.
  • Una religiosidad que ofrece una salvación “aquí y ahora” y que se ha de experimentar mediante la integración personal, el bienestar corporal, psíquico y espiritual. Ya se ve el carácter pragmático, utilitarista, individualista y temporal que tiene este tipo de “salvación”
  • Una religiosidad sin problemas de ortodoxia, donde prima un fuerte ecleticismo. Esta nueva religiosidad está hecha de retazos obtenidos de diversas fuentes: la ecología y el pensamiento científico supuestamente último, el esoterismo y a las tradiciones orientales, el cristianismo y la psicología transpersonal…
  • Una religiosidad postcristiana que ha dejado de lado el cristianismo sin aspavientos ni agresividades, merced a una valoración relativista de la tradicióncristiana como una más entre muchas otras.

 

Decontrucciones que caracterizan la postmodernidad

  • Pérdida de fuerza de los grandes relatos e ideologías, es decir, de la gran utopía de la modernidad –el progreso- y su corte de co-utopías, con la consiguiente sensación de hallarnos sin horizonte, sin una prospectiva utópica, de desfallecimiento utópico e ideológico y de falta de proyecto o programa. Desmodernización y des-historización que nos sitúan en la posthistoria.
  • Pérdida de la perspectiva única, que, bajo el influjo de los mass-media y las tecnología info-telemáticas nos hace contemporáneos de todo el mundo, uniformados funcionalmente, pero con una aproximación virtual a la realidad (J. Baudrillard). Vivimos en el mundo de la imagen, del simulacro, de la desrealización y deslocalización de la realidad.
  • La especialización del conocimiento y su sectorialidad creciente nos conducen a una sofisticación del saber que, en el límite, termina sabiéndolo todo de un aspecto minúsculo de la realidad y resultando irrelevante. La fortaleza de la especialización y la metodología, del saber limitado, se da la mano con la debilidad del pensmaiento. Estamos ante un esteticismo académico y ante una auténtica desracionalización del saber.
  • La polaridad política e ideológica del mundo ha sido sustituida por una inestabilidad generalizada (Minc) y una necesidad de identidad que favorece los movimientos nacionalistas y la proliferación de “centr0o”. Nuevos países y nuevas mezclas étnico-religiosas propician una des-ocidentalización que puede degenerar en confrontaciones religioso-culturales a nivel mundial (S. P. Huntinghton)
  • La política (democrática), cada vez más deseada y justificada, se vuelve impotente para resolver problemas como el desempleo, al dualización de las sociedades, la creciente diferencia Norte/Sur, etc.; impotente, en suma, para habérselas con los grandes mecanismo anónimos –sistemas- de nuestra sociedad moderna. Paradójicamente, cunde el malestar democrático y una sensación de impotencia de la política frente al sistema tecno-burocrático y productivo. Asistimos a una despolitización y des-burocratización de las masas que se torna necesidad de “proxemia” (Mffesoli), de cercanía, de agregación en la des-personalización del grupo, de la tribu urbana ,de los ultra, de los “tifosi”…
  • El arte parece agotado por la comercialización y en pleno estado melancólico. Visto desde sus exposiciones en este fin de milenio, se advierten las tensiones del paso a una nueva fase estética, en al que predomina una visión catastrofista (J. Beuys), quejumbrosa, doliente y resignada (Calvo Serraller).
  • En éste clima se declare cancelado el proyecto moderno y se trate de hablar de lo que viene después de la modernidad. La postmodernidad no como al superación de la modernidad, sino como lo que viene -y ya vemos presente- después del fracaso del proyecto de la modernidad.

La nueva religiosidad moderna se reconfigura en torno a una serie de características como las siguientes:

  • la individualidad, la subjetividad y la emocionalidad de los individuos
  • El eclecticismo de tradiciones y cultos
  • Una pertenencia institucional flexible e incluso difusa
  • Un pragmatismo, en el modo de considerar la salvación, tendente a que ésta se haga de algún modo palpable para el individuo en el aquí y ahora
  • Una conciencia de determinados problemas de nuestro mundo y de nuestra sociedad, desde la ecología hasta las cuestiones nacionales, sociales o científicas.

Hay que distinguir diferentes niveles de consciencia y de intencionalidad.

  • Empírico: Ver, oír, tocar, oler, gustar, inquirir, imaginar
  • Intelectual: inquirir, imaginar, entender, concebir, formular
  • Racional: reflexionar, ordenar y ponderar la evidencia
  • Responsable juzgar, deliberar, evaluar, decidir, hablar

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