Una de las características de la línea cultural de nuestro Observatorio es vincular estrechamente las problemáticas de la biopolítica con la Doctrina social de la Iglesia, incluso considerarlas parte integrante de la Doctrina social de la Iglesia. No es una indicación que nos hemos inventado nosotros, sino que proviene, por un lado del magisterio y, por el otro, de la realidad de los hechos. Podemos remontar esta perspectiva hasta, al menos, la Evangelium Vitae de San Juan Pablo II. En lo que respecta a la realidad de los hechos, que a menudo nos tira de la manga obligándonos a asumir nuevas actitudes, se puede indicar el punto de partida en el nacimiento de Louise Brown, la primera niña concebida en probeta. Estábamos en el ya lejano 1978. Entonces no se podían prever hasta el fondo las consecuencias, pero hoy nadie puede fingir que no las ve.
No todos han hecho esta integración de la biopolítica dentro de la Doctrina social de la Iglesia. Es convicción mia personal que este sea uno de los motivos por los que el relanzamiento de la Doctrina social de la Iglesia, muy deseado por Juan Pablo II y Benedicto XVI, tiene dificultad en dar sus propios frutos. Es, tal vez, también el motivo por el cual en este campo los políticos católicos se han dividido – además de ser pocos, lo que en sí no sería un problema si, en compensación, estuvieran unidos – y parece que han abandonado el esquema de converger en el Parlamento contra las leyes que han asestado un golpe en el corazón de la dignidad humana de la persona, la vida y la familia. Tengo que decir que es triste y sorprendente constatar cómo la política católica se hace añicos, aun antes de empezar, sobre temas tan fundamentales y, diría también, tan evidentes para la razón como para la fe. Esto significa – nos lo tenemos que decir fraternalmente – que la política se separa de la realidad, con la consiguiente secularización de la fe cuando entra en ámbito público. De este modo la fe no tendrá ya nada que decir a la política y la política se olvidará definitivamente de estar al servicio, no sólo de intereses, sino también de la salvaguardia y de la promoción de un “orden”. Si no se encuentra este orden en la vida, en la familia, en nuestra identidad sexuada, en nuestras relaciones naturales, ¿dónde lo vamos a encontrar?
Me gustaría aprovechar esta ocasión para recordar que nuestro Observatorio ha publicado recientemente tres cosas de cierta importancia. Un llamamiento político a los italianos que delinea un cuadro para la recuperación; un libro-entrevista al que suscribe esta intervención, que hace el punto de la situación sobre la Doctrina social de la Iglesia y, por último, un comunicado sobre la fecundación heteróloga después de la conocida sentencia del Tribunal Constitucional que tiende a indicar una estrategia de acción. Se trata de un esfuerzo de pensamiento, de elaboración cultural y de propuesta política que quiere proponer las bases para algo nuevo en el campo de la presencia política católica y, por la misma posibilidad, de una “política católica”. Hemos llegado a un punto de inflexión. Ante el difundido silencio en lo que respecta a la fecundación heteróloga, ante los consejeros regionales y municipales declaradamente católicos que proponen, ellos mismos, normativas sobre las uniones civiles o sobre los testamentos vitales, ante tanta incertidumbre y confusión doctrinal es necesario, con calma, retomar el hilo del discurso desde la raíz y reiniciar a tejer. Este es el sentido de los tres textos por nosotros redactados y que acabo de recordar. Esto explica también porqué el próximo 19 de marzo, en la diócesis de Trieste, nuestro Observatorio iniciará una Escuela de formación en la Doctrina social de la Iglesia de tipo nuevo, adaptada a los tiempos de emergencia y de refundación.
Durante mucho tiempo se ha dicho que las ideologías se han acabado. En cambio, nunca como hoy la política se ocupa de los “máximos sistemas”; se ocupa incluso de volver a plasmar la humanidad. Del mismo modo que los jueces emiten sentencia metafísicas, los Parlamentos permiten hoy leyes metafísicas que vuelven a definir la naturaleza de las personas y de las relaciones. En el Parlamento italiano hay leyes que, si son aprobadas, modificarán radicalmente nuestro modo de relacionarnos, de procrear, de vivir las relaciones familiares. En política, hoy como ayer, se juegan también significados absolutos. Es por esto que León XIII escribió sus encíclicas sociales; es por esto que yo, obispo, me ocupo de estas cosas; es por esto que nuestro Observatorio seguirá su obra combinando las cuestiones de biopolítica con la Doctrina social de la Iglesia.
Martes 3 de marzo de 2015
http://www.vanthuanobservatory.org/esp/presentacion-del-informe-sobre-la-doctrina-social-de-la-iglesia-intervencion-conclusiva/
http://www.vanthuanobservatory.org/esp/presentacion-del-informe-sobre-la-doctrina-social-de-la-iglesia-intervencion-conclusiva/