Al comenzar a leer la obra, que a su debido tiempo citaré, me dejé llevar por los sentimiento que tantas veces nos embargan, sin embargo, hubo una fuerza mayor que fue atrayendo mi atención para seguir profundizando en el tema. Simplemente en la introducción del libro me pude dar cuenta de las variadas líneas que ocupan la centralidad en este escrito. Se podría pensar que si se habla de “la muerte de Dios” sólo se refiere al filósofo Nietzche pero, esta simple expresión abarca tan diversos pensamientos como: no hay Dios ni lo ha habido; que alguna vez hubo un Dios para el cual hubo actividades de adoración apropiadas pero actualmente ya no lo hay; que la palabra “Dios” requiere una reformulación; que nuestro lenguaje litúrgico y tradicional necesita revisarse; que la historia de Cristo puede ayudar a contener demonios pero no abolirlos, que deben ser destruidas concepciones erróneas de Dios que tenemos desde el pasado1, en fin, puedo seguir enlistando, pero mi principal objetivo es presentar la postura de dicho tema desde la postura de Hamilton y Altizer.
La obra que trataré se llama Teología radical y la muerte de Dios, donde se encuentran reunidos escritos de William Hamilton y Thomas J. J. Altizer. A grandes rasgos trata de ir explicando sobre la teología radical que consiste, en parte, sobre la muerte de Dios en la actualidad, y el apartado que tomé se enfoca a la teología norteamericana y la teología de la muerte de Dios en la actualidad. Menciona Hamilton que “la teología radical es un producto peculiar de mediados del siglo XX; se ha iniciado con Barth y la nueva ortodoxia, constituyendo una forma de teología que puede desarrollarse en medio del colapso de la cristiandad y el advenimiento del ateísmo secular”2 como información preliminar para ir entrando en materia de discusión ya que la manera en que lo aborda va siendo muy respetuosa, clara y sólida, justificando su pensamiento con otros teólogos que concuerdan con sus ideas. Piensa que la teología cristiana va en decadencia debido a que se va haciendo a un lado, al igual que los seminarios, por aspectos como la calle y las formas de comunicación que son la base de pequeños artículos y no grandes y costosos libros lo que suscita indiferencia en la consciencia social.3 Todo esto provoca que los teólogos se vayan especializando mejor en materia como la lógica, la filosofía, la psiquiatría, el psicoanálisis, la crítica literaria, las ciencias sociales y las investigaciones bíblicas se especifican especialmente en arqueología y filología lo cual da debilidad a cosas fundamentales dentro de la teología como lo es la teología dogmática.4
En el segundo apartado tomado por Altizer donde habla sobre “Norteamérica y el futuro de la teología”, menciona que “Kierkergaard concibió la fe como el producto de una negación dialéctica del tiempo y de la historia, de ‘lo universal’ y de la ‘objetividad’”,5 lo cual vendrán a refutar sus sucesores tiempo después, diciendo que la fe es autónoma de cualquier hecho histórico, considerándola como independiente. Casi concluyendo este segundo artículo realizado por Altizer, menciona que para el hombre que se enfrenta a la vacuidad, al sinsentido y el terror de nuestra época solo le queda inclinarse hacia un gnosticismo, ya que esto lo considera como la suprema tentación por su carácter de conjunción de teorías y prácticas.6
En el último apartado donde Hamilton nos habla sobre “Las teologías de la muerte de Dios en la actualidad” nos muestra que para “Altizer los hombres no solucionarán el problema de la muerte de Dios siguiendo a Jesucristo, sino […] siendo liberados por él de la historia”7, ya que ve en el hombre el deseo de la muerte de Dios lo cual lo lleva a participar de lo profano y de la soledad y desolación del alma, quedando viva la esperanza de recuperar la idea de Dios que nos dará al mismo Dios. Es interesante contraponer dos posturas como la de Altizer que habla que “el cristiano sin Dios es un ser que espera, que se atreve a bajar a las tinieblas y que se agarra a todo lo profano para arrancar de ello todo el poder sacramental que potencialmente contiene”8, en cambio Van Buren nos explica que “el cristiano sin Dios, […] es el hombre de Jesucristo, perfectamente libre, dueño y señor de todo y no sujeto a nada”9.
Concluyo con una frase del mismo Hamilton: “no estamos hablando de la ausencia de la experiencia de Dios, sino de la experiencia de la ausencia de Dios”10 viendo en nuestra sensibilidad, pero sobre todo en nuestra razón, la facultad de poder concluir en la muerte de Dios que nos lleve a una mayor profundización del ser propio de cada uno de nosotros.